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Poesía

30 Mar 2021 | 2 minutos de lectura

Hay algo en los poemas que nos transporta a otro mundo. Como si, en cuanto vemos un poema, el tiempo se detiene, se abre una puerta y entramos en una dimensión diferente.

El tiempo se detiene para poder escuchar la verdad que contienen las palabras. El tiempo se detiene para que podamos absorber toda la sabiduría que nos ha estado esperando. Estas palabras que bailan al ritmo de nuestra respiración, requieren otro espacio. Una sensibilidad que no está presente en nuestro día a día y una perspectiva que nos obliga a observarnos desde nuestro balcón.

Hoy quiero compartir uno de esos poemas con ustedes e invitarlos a que lo asimilen. Palabra por palabra, línea por línea. Cada uno a su propio ritmo. Y después de haberlo leído, reflexionen sobre lo siguiente:

  • ¿Qué observé en mí?
  • ¿Qué aprendí?
  • ¿Qué es posible ahora?

“Capítulo I. Voy andando por la calle. Hay un agujero profundo en la acera. Me caigo. Estoy perdida… No sé qué hacer. No es culpa mía. Tardo siglos en salir.

Capítulo II. Voy por la misma calle. Hay un agujero profundo en la acera. Hago como que no lo veo. Me vuelvo a caer. No puedo creer que me haya caído en el mismo sitio. Pero no es culpa mía. Tardo bastante tiempo en salir.

Capítulo III. Voy por la misma calle. Hay un agujero profundo en la acera. Veo que está ahí. Me caigo… Es una rutina, pero tengo los ojos bien abiertos. Sé dónde estoy. Es culpa mía. Salgo rápidamente.

Capítulo IV. Voy por la misma calle. Hay un agujero profundo en la acera. Lo esquivo.

Capítulo V. Voy por otra calle.”

―Autobiografía en cinco capítulos de Portia Nelson

Referencias y para profundizar:

Soyal Rinpoché. El libro tibetano de la vida y de la muerte. Ed. Urano, 2006.

Podcast | Poética y Poesía. Fundación Juan March