Solía pensar que las máscaras eran algo que otras personas usaban hasta que me di cuenta que yo también lo hacía. Y no me refiero a las máscaras faciales que hoy en día están en todas partes; me refiero a una fachada, una actuación, algo que ocultar.
Tener un rol (por ejemplo, hija, hermana, consultora, empleada, líder…) y esforzarme por ser esas cosas de acuerdo a unos estándares heredados, se traducía en usar una máscara para mí. No me malinterpretes, quería y realmente sentía que tenía que hacer y ser esas cosas, pero a veces no me sentía exactamente “yo”. Cuando las cosas no salían como “debían” o “deberían”, aparecía mi crítico interior y, en lugar de disolver la máscara, esos sentimientos y pensamientos se endurecían.
Como resultado de este incómodo y agotador baile entre los “debería” y “no debería”, me comprometí conmigo misma a:
#1. Descubrir quién soy
#2. Seguir mi curiosidad y respetar mis límites
#3. Cuestionar todo hasta encontrar lo que resuena con la verdad dentro de mí
#4. Encarnar mis verdades y siempre dar lo mejor de mí (o al menos intentarlo)
#5. No más mentiras piadosas, sólo agregan confusión
Podría escribir un libro sólo sobre estos 5 puntos, pero la esencia de ellos radica en ser lo suficientemente valiente como para sentirte cómodo en tu propia piel y soltar cualquier interferencia que te impida ser “tu”. Como dijo Tim Gallwey en El juego interior del tenis:
Potencial = Talento - Interferencia
En este contexto, la máscara podría verse como una de las muchas cosas que impiden el cumplimiento o expresión de nuestras capacidades. Interfieren con nuestras habilidades, incluida nuestra capacidad para aprender y, por lo tanto, alcanzar nuestro máximo potencial.
Me gustaría pensar que ya no uso una máscara, y ciertamente soy consciente de ser lo más auténtica posible, pero a veces, en retrospectiva, vemos cosas de las que no estábamos conscientes durante el presente. Sólo podemos seguir intentándolo y perdonarnos.
Referencias y para profundizar
Tim Gallwey. El Juego interior del tenis. Editorial sirio. 2010.